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miércoles, 27 de diciembre de 2017

La expedición de Hitler a la Antártida.

Como sabéis, en marzo-abril de 2018 publico mi segunda novela: Die Glocke y he pensado que sería interesante para aquellos que vayáis a leerla (y para quienes no lo hagáis también) que realizase una serie de artículos sobre los hechos, lugares y personajes reales (algunos un tanto "peculiares"), que nos ayudarán a entender un poco mejor la locura que sumió a Alemania durante la década de los años 30 y 40, pudiéndoos sumergir mejor en la historia, discerniendo entre lo verídico y la mera invención. También comprobaréis que la novela, a pesar de ser historia ficción, no deja de ser plausible. 

La trama se desarrolla alrededor de las luchas de poder que se dieron dentro del III Reich por alzarse con el título de sucesor de Hitler y la mítica base 211 en la Antártida, en la que los amantes de la conspiración afirman que los alemanes desarrollaron parte de las Wunderwaffen (armas maravillosas) de Hitler, aunque no hay prueba alguna de su existencia. Por tanto, es de justicia que el primero de esta serie de artículos lo centre en el por qué situar una base alemana en el polo sur. Hay quien afirma que la base 211 fue real y que muchos dirigentes nazis se refugiaron en el continente antártico tras el fin de la guerra. Aunque no sea un hecho verídico, o como poco se debiera afirmar que es una teoría no contrastada, hay toda una serie de hechos reales que, no siendo ni mucho menos concluyentes, sí que apuntan a que no es una idea absolutamente descabellada.

MS Schwabenland
Empecemos pues. La Antártida, incluso hoy en día, resulta un continente fascinante pues es sin duda y quizás junto al Amazonas, una de las regiones terrestres menos exploradas y más desconocidas para el hombre. Desde que fuera avistada por primera vez en 1820 por el capitán de la armada imperial rusa: Fabian Gottlieb von Bellingshausen a bordo de los buques Vostok y Mirny, ésta ha recibido innumerables expediciones, siendo la más famosa de todas ellas la protagonizada por el explorador noruego Amundsen, quien alcanzaría el Polo Sur geográfico el 14 de diciembre de 1911. Al igual que el resto de países, Alemania se mostró muy interesada en el continente polar desde su descubrimiento a principios del siglo XIX. Una tierra ignota e inmensa que podría albergar innumerables recursos no era de extrañar que interesase a la mayoría de los países. Las primeras expediciones alemanas no pasaron más allá de las islas y del océano que rodean la masa continental propiamente dicha, pero ya en 1901, la expedición del geólogo von Drygalski si puso pie en tierra firme. Aunque limitada en sus objetivos, ésta fue un primer paso para una segunda expedición mucho más ambiciosa que se dio en 1911. Dirigida por Filchner, los alemanes pretendían esta vez atravesar el continente helado, pero las duras condiciones del continente limitaron finalmente la misma al reconocimiento de la costa de Luitpold y la que se conocería como barrera de hielo de Filchner. Aunque muy limitadas en su éxito, ambas, junto a un tercer intento alemán por parte de una flota ballenera en 1938, llevaron, ya con Hitler en el poder, a ordenar una tercera expedición que esta vez sí, logró un éxito total en sus objetivos.


La tripulación del MS Schwabenland
Fue el capitán Alfred Ritscher quién el 19 de enero de 1939 alcanzaría las costas antárticas en lo que actualmente se conoce como la Tierra de la reina Maud. A bordo del carguero MS Schwabenland (traducido: MS Suabia, nombre que tomó del famoso lander alemán) y al mando de 57 hombres entre tripulantes, militares y científicos estableció una base en el continente austral a la que llamó Nueva Suabia desde la que, con dos hidroaviones, exploró un área inmensa de la Antártida en la que sorprendentemente se descubrieron zonas polares sin hielo y con vegetación, como el oasis Schirmacher en el que se descubrieron posteriormente fuentes de aguas termales debidas a la actividad magmática del subsuelo. La exploración pareció indicar que era viable el establecimiento de una base permanente.


Pero, ¿qué es lo que pretendía Hitler con aquella expedición? La teoría oficial nos dice que el Führer estaba interesado en que Alemania fuese menos dependiente de la enorme importación de aceite de ballena noruego, muy necesario para la fabricación de margarina y jabón en aquella época. Un puesto ballenero avanzado que les proporcionase dicha materia prima les sería muy útil ante la inminente contienda mundial. Por no decir que ¿a qué país no le interesa quedarse para sí una tierra enorme y deshabitada? Hitler reclamó para Alemania los 600.000 km2 que comprendían Nueva Suabia, territorio que delimitó con dieciséis postes con la esvástica como enseña. Este acto  hizo entrar a Alemania en conflicto diplomático con Noruega, quien reclamaba el mismo territorio al ser Amundsen el primero en llegar, desde luego esto no preocupó en demasía al Führer, quien proyectó dos expediciones adicionales para 1939 y 1941, estas ya de carácter militar, con el objeto de establecer una base permanente en la Antártida y ampliar el territorio reclamado. En principio, que se tenga constancia, estas dos expediciones no se llevaron a cabo al estallar la II Guerra Mundial, lo cual no significa que los alemanes perdiesen el interés en el continente polar tal y como veremos más adelante.

Regresando a la expedición de Ritscher, es muy probable que, en efecto, estos fuesen los objetivos de dicha expedición, pero también lo es, como todo lo que rodea al nazismo, que además hubiese un componente místico. Una de las fantasías nazis en las que basaban su nueva religión supremacista aria y pagana se basaba en la delirante teoría, apoyada por la sociedad Thule (grupo de estudio de la antigüedad alemana fundado a principios del siglo XX), de que La Tierra era hueca y que en su interior habitaba una civilización avanzada que serían los "padres" de la raza aria. Según su teoría, tanto en el Polo Norte como en el Sur, existirían dos grandes accesos al interior de nuestro planeta que llevarían a una serie de gigantescos túneles que conectarían por el interior los dos extremos del planeta y a esa civilización oculta. Hitler creía firmemente en estas fantasías y no es difícil de imaginar que en buena medida la exploración del continente antártico obedeciese a la finalidad de encontrar dichos pasajes al interior de la Tierra, ni tampoco la enorme emoción que sentirían los dirigentes nazis, imbuidos de estas nuevas creencias, al comprobar que existían zonas libres de hielo. Es muy importante comprender estas creencias místicas de las élites del partido nazi, para poder vislumbrar el porqué de muchos de sus actos, sin duda es un tema que merece al menos todo un artículo que abordaré próximamente, pero quiero que se entienda de momento, que no es difícil de imaginar que los nazis no renunciarían así como así a la Antártida, como no lo hicieron los templarios con tierra santa, si creyesen que allí podrían encontrar acceso a semejante mundo interior.

Pero, independientemente de sus febriles creencias, ¿era factible que estableciesen y mantuviesen una base en el Polo Sur? La existencia de bases polares secretas alemanas no es una idea propia de locos, el año pasado el mundo se asombró con el descubrimiento de una base nazi secreta y desconocida en pleno ártico, en la isla Alexandra. Aunque es cierto que todo indica que era una mera estación meteorológica,  la expedición rusa que ha descubierto dicho complejo, que al parecer se bautizó como Schatzgraber, no pueden afirmar cual era la finalidad, el número de integrantes o el tiempo que estuvo en servicio, pues el edificio y los búnkers fueron volados alrededor de los años 50, quedando escasos restos del mismo. Sea sólo una base científica o no, es sorprendente que los alemanes lograran construir, establecer y abastecer un complejo militar a escasos mil kilómetros del Polo Norte geográfico y tan lejos de Alemania. Y yo me pregunto... ¿Por qué no en la Antártida? El cómo lo hubieran podido hacer es evidente, transportando el material y los expedicionarios mediante U-Boots y probablemente usando los famosos barcos corsarios. ¿Hay algo que indique que lo hicieron? - preguntaréis, lo veremos la semana que viene.



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