Este artículo me ha costado escribirlo. La razón me decía que no me metiera en estos fangos pero si no soy sincero por completo y escribo sobre lo que pienso de todas las cosas creo que os falto al respeto a vosotros y a mí mismo. Y voy a ser muy crudo y muy claro en cuanto a lo que pienso que sucede en este país. Intuyo que como la mayoría de vosotros: ¡Estoy hasta las narices de tanta podredumbre!
Ya
hace meses que no veo el telediario, me asquea el ver todos los días desfilar
por la pantalla de la televisión un corrupto tras otro: rojos, azules, verdes,
amarillos y del color que os dé la gana. Y lo peor no es verlos desfilar, es
que encima nos toman por imbéciles. Lo que más me crispa los nervios es su
chulería, su descaro y su absoluta falta de respeto hacia los ciudadanos que
los han votado. Nos mienten, nos escupen a la cara y encima se ríen.
Pero
voy a tratar de calmarme y analizar porque hemos llegado aquí. Uno podría
pensar que los españoles somos corruptos por naturaleza, que somos el país del
Lazarillo de Tormes y que lo llevamos en los genes. Visto lo visto uno tiende a
pensar que es así, pero cuando hablas con las personas mayores, esas que la
sociedad de hoy en día se las suele aparcar y no hacer caso, te das cuenta de
que no.
Ellos
te cuentan cómo a principio y mediados del siglo XX la palabra dada o un
apretón de manos valía más que cualquier documento firmado. Perder o faltar a
ese compromiso verbal equivalía a ser repudiado y a que nadie quisiese hacer
trato alguno contigo. El honor tenía valor… valores, ese es el resumen de todo.
Aquella sociedad los tenía muy claros y los cumplían a rajatabla, se sentían
orgullosos de ellos. No estoy hablando de religión o de moral, estoy hablando
de valores cívicos: de dejar sentarse en el autobús a un anciano, a una mujer
embarazada, a echar una mano a tu vecino si lo necesitaba, a ser cordial y
amable, a hablar con educación y respeto, a no robar…. Nuestros abuelos
carecían de libertad, de dinero o de unas clases dirigentes decentes casi desde
el principio de la historia, pero tenían un sentido del civismo y de comunidad
con sus vecinos envidiable. Todo aquello se perdió.
¿Por
qué? ¿Qué ocurrió? ¿Somos peores personas que las del resto de Europa? ¿Somos inferiores
moralmente? Yo os afirmo que no. Ladrones, corruptos y golfos los hay en todas
partes, desde Francia hasta Finlandia y desde Grecia hasta Estados Unidos, la
diferencia es la reacción de los habitantes de esos países al mal gobierno.
Aquí los corruptos nos amedrentan y agachamos la cabeza, hasta se les aplaude… asumimos
una especie de fatalismo divino que hemos de soportar y contra el que no se
puede hacer nada y nos auto engañamos con frases tan manidas como estúpidas con
las que esos mismos corruptos nos bombardean de forma constante para tenernos
sedados: “son todos iguales…”, “por lo menos hacen algo aunque roben…”
¿Por
qué en España somos diferentes por ejemplo a los daneses? La primera
explicación es que ellos nos llevan cuarenta años de ventaja en ser y sentirse
ciudadanos, nosotros empezamos ahora a ser conscientes del significado de dicha
palabra. Además, ellos, en mayor o menor medida ya han pasado por todo el
proceso de podredumbre que nosotros estamos viviendo, recordemos el caso de las
esterilizaciones forzosas en Suecia por parte del estado… Sí que es cierto que
ellos han sabido ver el problema y vacunarse contra él mientras otros con igual
tradición democrática no lo han hecho. Ese es el primer paso. Otra de las, a mi
juicio, infames expresiones con las que nos lobotomizan el cerebro es la de
“España es un gran país”, ¡Y un cuerno! No lo somos. ¿Un gran país tendría tal
fuga de cerebros? ¿Un gran país tendría como pilares de su economía la construcción
y el turismo? ¿El nivel de corrupción que tenemos? No, no lo somos, sin lugar a
duda este podría ser uno de los mejores países donde vivir, pero no lo es.
Entonces
¿Por qué afirman día tras día lo magníficos que somos? Es sencillo, si nos lo
creemos, ¿Por qué cambiar si todo es tan fantástico? El primer paso para la
rehabilitación de un alcohólico es reconocer que lo es y nuestro primer paso
debería ser reconocer que estamos muy lejos de nuestros vecinos del norte,
sobre todo en calidad democrática.
Otra
de las claves para llegar a este nivel de decadencia, es algo tan viejo como la
humanidad: el divide y vencerás o como se conoce en nuestros días: “y tú más”.
Nos han dividido en derechas e izquierdas, rojos y azules, unos acusando a los
otros de lo mismo que hace uno y viceversa. Mientras los ciudadanos discutían
en si tú eres de unos o de los otros, ellos, como se dice en el lenguaje de la
calle: “se lo llevaban calentito”. Los unos y los otros aprovechándose que estamos
enfrascados en discusiones absurdas.
No
voy a detenerme en que es ser de derechas o ser de izquierdas, porque en cada
país significa una cosa, hay derecha monárquica y republicana, al igual que en
las izquierdas, derecha que defiende a ultranza los servicios públicos básicos:
educación, sanidad… como en Canadá o todo lo contrario: estados Unidos, lo
mismo que en la izquierda: En Holanda la sanidad es privada con unos y con
otros… pero ese no es el tema.
La
realidad es que hemos votado por encima de todo en esa clave, si se es de
derechas o de izquierdas como el valor más absoluto, cuando lo principal, lo
excluyente debería ser la honestidad. Si no se es decente, si no se es implacable con la corrupción, si
hay muchas palabras pero ningún hecho o directamente las palabras son mentiras,
el resto ya no debería ni de importar. Los ciudadanos no deberían ni a pasar a
valorar el proyecto que se les presenta. Durante demasiado tiempo nos han
tenido “entretenidos” con las discusiones que les interesaban a unos pocos que
tuviéramos para que mientras tanto no nos fijáramos en lo que ocurría detrás
del telón de este gran teatro que ha sido este país.
Por
último y no por ello menos importante, está el factor dinero. La gran mayoría
de nuestros padres y abuelos en su juventud casi no han tenido de nada y ya a
la madurez o la vejez, en pleno crecimiento del gran castillo de naipes que era
eso que se denominó “el milagro económico español”, les ha llegado el cuerno de
la abundancia. Hay un pasaje de “La venganza de Don Mendo” del genial Pedro
Muñoz Seca que describe a la perfección lo que os quiero explicar. Os copio un
fragmento de esta maravillosa obra en la que el marqués de Moncada le explica a
don Mendo su técnica de caza:
Ha de antiguo la costumbre mi padre, el
barón de Mies,
de descender de su cumbre y cazar aves
con lumbre: ya sabéis vos cómo es.
En la noche más cerrada se toma un farol
de hierro que tenga la luz tapada,
se coge una espada y una esquila o un
cencerro, a fin de que al avanzar
el cazador importuno las aves oigan sonar
la esquila y puedan pensar
que es un animal vacuno; y en medio de la
penumbra
cuando al cabo se columbra que está cerca
el verderol,
se alumbra, se le deslumbra con la lumbre
del farol, queda el ave temblorosa,
cautelosa, recelosa, y entonces, sin
embarazo, se le atiza un estacazo,
se le mata y a otra cosa.
Es
hora de despertar de esta pesadilla tal y como hicieron los países nórdicos a
los que miramos muchos con envidia. Si queremos ser como los daneses, empecemos
a comportarnos como ellos y a ser conscientes de los derechos y
responsabilidades que conlleva el ser ciudadano. Recuperemos esa buena
costumbre del pasado del honor de la palabra dada y votemos a quien votemos
exijamos que se cumpla y al que no la tenga repudiémosle. Tengo esperanza en el
futuro porque creo que muchos de nosotros hemos aprendido la lección y nunca
más permitiremos que suceda nada ni remotamente parecido.
Recordad
que si los corruptos en Dinamarca dimiten no es porque sean superiores éticamente
a nosotros, sino porque si no lo hacen su partido no recibiría ni un solo voto
a las siguientes elecciones. Un par de décadas aplicando este rasero y
tendremos el mismo número de malversadores que ellos: casi ninguno y os aseguro
que entonces si tendremos un gran país.
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