En el artículo anterior dejé entrever la influencia de nuestra mente en nuestra propia salud, en como el modo en que afrontamos la vida nos puede llevar a enfermar o curarnos. En definitiva en cómo somos capaces de influir en nuestra curación o de enfermar en función de nuestra voluntad.
¿Pero somos realmente capaces
de influir en nuestra salud? Cualquier médico o enfermera, en especial aquellos
que están en las UCI’s o tratan casos extremos os lo corroborarán, la voluntad
de vivir y de curarse es lo que determina en casos idénticos que un paciente
sobreviva o no a su enfermedad, por desgracia he sido testigo de ello, mi madre
murió al cuarto cáncer.
En el primero estaba
desahuciada, era a principios de los 80 y como os podréis imaginar los
tratamientos aún estaban en pañales y lo tenía muy extendido, pero salió, y lo
hizo porque desde el minuto uno mostró una voluntad de hierro increíble e
inquebrantable y contra todo pronóstico se curó. Su voluntad la hizo salir del
pozo. Tras superar el tercer cáncer estaba harta, no quería luchar más, no
quería una vida continua de enfermedad y al cuarto cáncer se dejó llevar y no
salió. Visto desde la distancia del tiempo y con el dolor ya mitigado, creo que
la clave de su enfermedad fue su voluntad, sólo cuando la perdió fue derrotada
por el cáncer.
Por lo tanto, sí, creo muy
firmemente que nuestra mente es capaz de influir en nuestra salud o incluso es
capaz de al menos, en ayudar de una forma crítica a curarnos a nosotros mismos.
Muchos de nosotros hemos sufrido ese tipo de “curaciones milagrosas” aunque no
seamos conscientes de ellas. ¿Cuántos de nosotros hemos estado enfermos y al
salir de fiesta con los amigos se nos han ido todos los males? ¿O cuantos de
nosotros hemos estado al lado de lo que hoy se denomina “persona tóxica” o
negativa y hemos acabado enfermos o doliéndonos todo? Es evidente que la mente
y las “malas/buenas vibraciones” propias y de nuestro entorno afectan y en
mucho a nuestra salud mental y física. Poco a poco iremos viendo el porqué.
El hecho de que nuestra mente sea
capaz de generar enfermedades donde no las hay es un hecho probado
científicamente. Hay mucha bibliografía al respecto. Mentalmente nos podemos
crear ulceras, heridas, enfermedades de todo tipo donde no hay motivo físico
alguno (interno o externo) para que surjan tales dolencias… por ejemplo es el
caso de los famosos estigmatizados, gente con tanta fe y devoción por Jesús que
es capaz de recrear en su propio cuerpo las heridas de la crucifixión.
Hasta hoy en día se ha dado por
milagroso o directamente se ha catalogado como fraudes a estas personas
estigmatizadas, yo me inclino por el gris, sus heridas son reales pero no son
de origen divino o auto infligidas, provienen de su mente y de forma
inconsciente. Una explicación similar debe estar detrás de los graves problemas
que muestran una gran cantidad de jóvenes tras “jugar” con la Ouija y en los
posibles casos de endemoniados o poseídos, si alguien cree que está poseído lo
acabará estando y si cree que un exorcismo lo puede curar lo curará.
Es innegable que nuestra mente
es en gran medida responsable de nuestra salud sin que medie nada físico
interno o externo, la prueba más palpable es que ya es aceptado que el stress
está detrás de la aparición de gran número de nuestras actuales enfermedades,
tal es así que en lugares donde “la vida moderna” no está tan implantada, como en
zonas rurales, el número de enfermedades es menor, el estado de salud de la
población en general es superior al de las ciudades y su esperanza de vida es
mayor y de mejor calidad.
Una curiosidad que hace ver que
no es para tomárselo a broma es la última recomendación del Ministerio de
Sanidad japonés. Su actual política de ahorro sanitario está enfocada en la
prevención, es decir, evitar que la población caiga enferma y ahorrarse así el
tratamiento y los costes de bajas laborales. Hasta aquí todo normal ¿verdad?
Pues bien, una de las recomendaciones sobre las que más hincapié ha hecho es en
que los japoneses paseen al menos dos o tres veces a la semana por un bosque.
Y no, no es una ocurrencia,
estudios han demostrado que hacerlo disminuye el stress y el pasear
regularmente por una zona tranquila y en armonía
(quedaros de nuevo con el concepto) hace que nuestro estado general mejore de
forma considerable. Pero no por respirar aire puro, aroma de eucalipto o por el
propio paseo, lo que se consigue con el paseo es “armonizar” internamente
nuestro cuerpo, es lo que algunos llaman lograr la paz espiritual, o estar
tranquilos, relajados… llamarlo como prefiráis.
Tan es así que hay estudios que
demuestran que nuestra interacción con nuestro entorno social puede hacer que
un defecto congénito en nuestro ADN se desarrolle o no, en definitiva, vivir en
un entorno tranquilo y sosegado (independientemente del status social o
económico, podemos ser ricos y vivir en un entorno familiar de alto stress o al
revés) puede hacer que una enfermedad a la cual estamos predestinados no
aparezca. Incluso el Ministerio de Sanidad así lo reconoce en su guía para la
prevención de riesgos congénitos, entre los factores que afectan a la aparición
o no de estas enfermedades encontramos:
“Tradicionalmente
se han definido como enfermedades genéticas aquellas causadas por defectos de
los genes. Sin embargo, el conocimiento más preciso sobre la estructura y
funcionamiento de la información genética ha hecho que esté cambiando
rápidamente este concepto. La mayor parte de enfermedades tienen como causa una
interacción compleja entre la carga genética individual y el entorno en que se
expresa”. (https://www.msssi.gob.es/profesionales/prestacionesSanitarias/publicaciones/docs/GuiaPrevencionDDCC.pdf)
En definitiva que “vibremos” de
forma armónica, a lo que contribuye en gran medida los sonidos armónicos del
bosque, el susurrar del viento, los ruidos de la naturaleza… la música de la
naturaleza. El efecto del sonido y de la música, es decir, de las vibraciones
sobre nuestro estado mental es, bien saben los psiquiatras, que en muchos casos
utilizan terapia musical para calmar y reducir por ejemplo brotes psicóticos.
Pero queda aún el tema más
espinoso, ¿Podemos curar con la mente enfermedades graves? ¿Son verdad las
sanaciones milagrosas? ¿La oración y los rezos nos pueden curar? Existen casos
documentados de curaciones inexplicables desde el punto de vista médico, personas
cuya sanación no era posible pero cuya enfermedad finalmente remitió y
desapareció, no estoy hablando de las curaciones de Lourdes o similares, en las
cuales no voy a entrar ya que no hay certificación médica de la sanación, hablo
de sanaciones bajo el control clínico con pruebas documentales: radiografías,
partes médicos… y en los que la fe en que se iba a curar del propio paciente o
los rezos continuos de un familiar parecen haber intervenido en la “milagrosa”
curación.
¿Pero cómo es posible? ¿Qué
mecanismos usa nuestra mente para crear esos milagros? ¿Cómo la fe en nuestra
curación de alguien ajeno a nosotros puede obrar esos “milagros”? hay
evidencias incuestionables por las pruebas médicas existentes de que esos
“milagros” existen, para mí no son tales sino que hay ciencia tras ellos, una
parte de la ciencia que hasta ahora no se había explorado. Si ya me habéis
seguido durante mucho tiempo ya sabréis a que me refiero, de nuevo la física
cuántica y el entrelazamiento entre partículas subatómicas. En el próximo
artículo desarrollare mi hipótesis.
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