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viernes, 23 de mayo de 2014

Telepatía, ¿es posible?



Sobre la telepatía (que proviene del griego tële, lejos y pathéein, experimentar), la capacidad de transmitir información de una persona a otra a través de la mente, se han escrito ríos de tinta, incluso Hollywood se ha hecho eco de esa supuesta maravillosa capacidad de la mente humana. Ha habido estudios serios sobre ella desde el ya remoto siglo XIX, como el realizado por la inglesa Society for Psychical Research, y que hasta la fecha no habían dado resultado concluyente alguno. Hay telépatas famosos, la mayoría de ellos, por no decir todos, relacionados con el mundo del espectáculo y la farándula. En definitiva, no había pruebas de su existencia y todo parecía indicar que era un “poder” más fruto del deseo del hombre que real.
 
Lo mismo se decía de la hipnosis hasta bien entrado el s. XX y ya nadie duda que sea real, solo se discute lo que se puede hacer o no con ella, o la utilidad terapéutica de la misma. Si no se ha podido demostrar aún la existencia de la telepatía es porque no será real – me refutaréis, yo creo que hasta hoy en día no teníamos ni los conocimientos ni las bases teóricas para demostrar que la telepatía puede ser real, que existe y que todos nosotros la ejercemos de un modo u otro. Yo os adelanto de que existe, lo he comprobado en persona.

Como sabéis soy químico, un científico, y siempre he visto estos fenómenos como algo ajeno, o siendo sinceros, pura charlatanería. Siempre he pensado que lo “paranormal” era producto de la fantasía humana. Respecto a la telepatía sufrí mi primer aguijonazo cuando descubrí que tanto americanos como soviéticos habían organizado grupos de telépatas para tratar de recabar a información a distancia del enemigo, pero los resultados de esos soldados telépatas habían sido muy pobres o nulos, quizás a excepción de Nina Kulagina, la más conocida telépata soviética y que en condiciones de absoluto control científico parecía disponer de dicha capacidad. Eso me reafirmó en mi convicción de que la telepatía era una soberana estupidez.

 
 

En mi juventud jamás me paré a pensar ni me fijé en si en mi vida existían episodios de telepatía, sí que es verdad que mi madre parecía adivinar todos mis pensamientos y necesidades, algo en verdad curioso, pero lo deje ahí. Solo cuando me case me planteé en experimentar y en fijarme en ellos tras conversar sobre estos temas con mi mujer. 

Empecé a comprobar que era frecuente, y vosotros a buen seguro también lo habréis experimentado, que cuando pensaba en una persona muy cercana a mí, mi padre, un amigo íntimo…durante cierto tiempo de forma curiosa recibía su vista o una llamada telefónica suya, ¿os suena verdad? Casualidad, será vuestra respuesta, yo también opinaba así, pero como siempre os digo yo no creo en la casualidad sino en la causalidad.

Fui un paso más allá, y empecé a experimentar la telepatía con mi mujer, si la telepatía existe, he de ser capaz de transmitir de forma voluntaria información a mi mujer, me dije, y me puse a ello. Empecé de forma esporádica, por ejemplo, a pensar en algún plato de cocina que hubiera hecho tiempo que no comíamos y… ¡bingo! Al poco tiempo mi mujer expresaba que le apetecía comer el plato en el que había pensado, o estar conduciendo y pedirle mentalmente que me cogiera de la mano y al minuto cogérmela, algo que no hace jamás si estoy conduciendo, por seguridad.

Sin decirle nada, como buen científico… y que me perdone mi mujer… la seguí usándo como “conejillo de indias”, cada vez de forma más rápida, nuestros cerebros de alguna forma conectaban y mi mujer parecía tener acceso a la información que yo estaba pensando en ese momento. Luego pensé que quizás yo estuviera sufriendo la misma influencia de mi mujer y cada vez que sentía un impulso irracional de hacer alguna cosa me animaba, le preguntaba y casi siempre la respuesta era la misma: ¡Justamente estaba pensando en eso hace 10 minutos!

 
¿Pero, como era posible? Ya de forma consensuada experimentamos la telepatía, yo imaginaba colores o formas y trataba de enviárselos telepáticamente a ella, por ejemplo pensar en el mar si el color es el azul, o pensar en una pelota si quería que adivinase la forma de un círculo… los aciertos eran asombrosos, en un 80-90% de los casos adivinaba el color o la forma. Para mí se hizo evidente de que algo debía haber.

He comprobado que con los amigos muy íntimos o con los que se tiene una relación especial, parece funcionar pero de forma mucho menos evidente que con mi mujer, con las personas ajenas directamente no funciona. Aquello no tenía sentido alguno, solo intuí como podría ser posible cuando descubrí, como no, el entrelazamiento cuántico departículas y la teoría del origen cuántico de la memoria y la conciencia. Entonces todas las piezas del puzle me encajaron. Antes de seguir, quiero aclararos que nada de lo que os voy a afirmar es ley o es una verdad absoluta, aunque si es cierto que hay estudios rigurosos que apuntan a la existencia de esa relación telepática entre familiares cercanos, como en el caso de gemelos. Son solo mis hipótesis, aunque mi experimentación me dice que es tan real como la gravedad. Vosotros mismos podéis experimentar sobre ello con las personas que sintáis más cercanas o más afines, quizás ya lo hayáis hecho y os haya pasado que al pensar en alguien esa persona os llama minutos después.

Si nuestra conciencia, memoria e información es de origen cuántico y todo apunta a que es así, ésta, al estar almacenada en qubits de energía, al igual que ocurrirá con los futuros ordenadores cuánticos donde la información será susceptible de ser transmitida vía inalámbrica o wifi, extrapolando a los humanos tendríamos lo que denominamos: telepatía.

¿Por qué funciona con ciertas personas y con otras no? La verdad es que no lo sé, pero el entrelazamiento cuántico de partículas es la respuesta que a día de hoy me parece más razonable. Las partículas subatómicas se entrelazan unas con otras a nivel cuántico, para ello es necesario que las partículas estén próximas unas de otras (quizás por eso los soldados telépatas no dieron los resultados esperados), no parece que dos partículas se puedan entrelazar entre sí, si están separadas a gran distancia, aunque una vez lo están la relación no se perderá por muy lejos que las separemos. Eso es un hecho demostrado, al igual que una vez entrelazadas la modificación de una conlleva la automática modificación de la otra.

Es posible que las partículas que conforman los microtúbulos de nuestro cerebro (y que parece que sostienen una conciencia de origen cuántico) puedan entrelazarse con las partículas subatómicas del cerebro de nuestras personas más cercanas. A más cercanía más partículas entrelazadas y por tanto más capacidad telepática, eso explicaría el poder “sobrenatural”de las madres de saber los pensamientos/necesidades de sus hijos, ellas habrán creado infinidad de entrelazamientos con el cerebro de sus pequeños por una razón obvia: hemos nacido de ellas.

Pero pasamos mucho tiempo con los compañeros de trabajo y no parece que esa telepatía se dé – me refutaréis.Es cierto, y eso me desconcertó en gran medida. Pero creo que a parte de la proximidad hay otro factor importante en esta ecuación, la afinidad. Nuestra mente, al igual que debería ser vuestro Facebook, no puede estar abierta a todo el mundo, a ella solo debe tener acceso a aquellos a quienes nosotros queramos invitar, por tanto debe tener un mecanismo de seguridad, una contraseña. Creo que el factor que hace de protección es la vibración, para que el fenómeno de telepatía se dé, la energía cuántica ha de “vibrar” a la misma frecuencia y dos cerebros se acoplaran mutuamente y “vibrarán” a la misma frecuencia solo si existe esa gran afinidad, es como una radio, si no pones el dial exacto no oirás la emisora que quieres escuchar.

A día de hoy de vez en cuando seguimos practicando con conceptos muy sencillos, colores, formas… y sigue dando resultados muy significativos que no pueden explicarse por la “pura chiripa”. Los conceptos complejos he de reconocer que no son tan fáciles de transmitir, casi nunca logramos hacerlo, supongo que requieren de más práctica y con ella que forcemos más conexiones cuánticas, pero para ello se requiere de tiempo… mucho tiempo y ya sabéis como es esta vida moderna.


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